miércoles, 28 de septiembre de 2011

Tienes una historia, cariño


Isabel Pisano, nacida en Montevideo en 1948, es una actriz uruguaya que ha trabajado en películas como “Boquitas pintadas” (Leopoldo Torre Nilsson, 1974) “Casanova” (Federico Fellini, 1976) y “Bilbao” (Bigas Luna, 1978). Su otra vocación, el periodismo, la llevó como corresponsal de guerra a Palestina, Líbano, Chad, Irak, Bosnia y Somalia. Es autora de varios libros, entre ellos “Yo puta - Hablan las prostitutas”, publicado en el 2001, que se convirtió en un auténtico best seller. Estuvo casada con el compositor argentino Waldo de los Ríos, de quien enviudó en 1977. Durante una conferencia de prensa celebrada en Bagdad durante la Primera Guerra del Golfo, en 1990 conoció a Yasir Arafat, líder de la Organización para la Liberación de Palestina, iniciándose entre ellos una relación que duró doce años. Tras su fallecimiento, Isabel le dedicó una biografía donde sostiene que su ex compañero fue envenenado de forma paulatina a través de los medicamentos, y que para mancillar su leyenda los servicios israelíes se encargaron de diseminar la creencia de que Arafat era homosexual y había muerto de sida.

En la siguiente entrevista realizada por Jesús Quintero, Isabel Pisano habla de Libia:



viernes, 23 de septiembre de 2011

¿Quién dijo lo de los zapatos?

El vocero del gobierno argentino desmintió la noticia divulgada por algún medio norteamericano, la cual informaba sobre supuestos gastos suntuarios efectuados por la presidenta Cristina en su última estadía en Paris. El medio encargado de difundir que CFK gastó 110 mil dólares en zapatos de Christian Louboutin es el New York Post, propiedad del magnate australiano nacionalizado estadounidense, Keith Rupert Murdoch, famoso por el escándalo de las escuchas ilegales que acabaron en julio pasado con el cierre del tabloide británico “News of the World”, otro de sus juguetes mediáticos.


La foto muestra los zapatos que Ángela Merkel y Cristina lucieron durante el encuentro celebrado en Berlín, octubre del 2010, un mes antes de dispararse los trascendidos sobre una hipotética insalubridad nerviosa de CFK. Fue difundida por Reuters y reproducida en distintos sitios antikirchneristas, locales y extranjeros.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Voto “no negativo” de Argentina a favor de los golpistas libios


Los países que asisten a la 66ª Reunión Anual de la ONU emitieron el viernes 16/09 pasado su decisión de aceptar o no al Consejo Nacional de Transición como representante legítimo de Libia. Para vergüenza de la historia mundial, la petición (léase del verbo petear) se aprobó con 114 votos favorables. Sólo 17 países se opusieron a una nueva humillación de la carta fundacional del organismo y votaron por la negativa: Angola, Bolivia, Cuba, Congo, Ecuador, Guinea Ecuatorial, Kenia, Lesotho, Malawi, Namibia, Nicaragua, Sudáfrica, Swazilandia, Tanzania, Venezuela, Zambia y Zimbawe. Hubo 15 abstenciones, entre ellas las de Uruguay y El Salvador.

Esta fue la posición defendida por la delegación venezolana:



Así votó la República Argentina: YES


Solíamos decir que la política exterior era uno de los aspectos más positivos de nuestro gobierno. Vamos tachando.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Maradona por los Cinco

La Embajada de Cuba en la Argentina informa hoy que Diego Maradona se unió formalmente a la Campaña Mundial por la Libertad de los Cinco, que cumplen ya 13 años prisioneros del régimen norteamericano. En una carta personal dirigida al presidente Obama, Maradona le solicitó respetuosamente que “haciendo uso de sus facultades constitucionales, LIBERE INMEDIATAMENTE A GERARDO HERNÁNDEZ, RAMÓN LABAÑINO, ANTONIO GUERRERO, FERNANDO GONZÁLEZ Y RENÉ GONZÁLEZ, Y FINALMENTE SE HAGA JUSTICIA”.

El Diego vuelve a poner de manifiesto que su genio deportivo es indisoluble de su entereza humana general, que sigue haciendo historia.



viernes, 16 de septiembre de 2011

Canción a una bala

En 1981 me encontraba realizando mis estudios en la URSS cuando tuve que regresar a mi país llamado por la guerra y por mi Partido. Me integré al frente y combatí con las FAL hasta el fin de la guerra con el nombre de Mauricio.

En enero del ‘87 fui enviado desde Guazapa, junto con un grupo de compañeros, a la provincia de Chalatenango, exactamente al lugar conocido como La Montañona, cerca de la frontera con Honduras, a unos 8 km al norte del municipio de Las Vueltas. Ahí, en la parte más alta de La Montañona, estaba ubicada la “Escuela político-militar Capitana Ileana de las FAL”.

La escuelita, como le decíamos, era la entrada de todo el mundo a la guerra. Las FAL habían echado a andar esa iniciativa con el objetivo de vincular la práctica diaria que significaba sostener la guerra, con la teoría revolucionaria. Allí se realizaban todo tipo de tareas y se estudiaba el por qué de la guerra, las razones para luchar, para sumar así a los esfuerzos militares la consolidación política e ideológica de los combatientes. Por tandas, los compañeros iban a pasar un tiempo ahí. No era tanto una obligación como una necesidad.

La escuelita, al momento de mi llegada tenía unos sesenta compañeros. Muchos de quienes se incorporaron a las filas guerrilleras iban a cero conocimiento de qué se trataba. A mí como salvadoreño me impactó mucho, cuando llegué al frente, la cantidad de compañeros internacionalistas que estaban participando del proceso revolucionario de mi país. Producto de la clandestinidad, llegábamos al frente desconociendo el inmenso contingente de personas de otros países que se encontraban en los distintos campamentos y en las diferentes organizaciones que componían el FMLN. El enemigo utilizaba este gesto para presentar en su campaña publicitaria que “esta guerra no es de salvadoreños” y justificar así la intervención de los EEUU. La verdad era la necesidad de estos compañeros de aportar su valor a nuestra lucha y conocer nuestra experiencia.

Ahí conocimos un grupo de combatientes argentinos: Cope, Víctor, Platini, Sergio y Rodolfo. Sergio estuvo un tiempo en la escuela hasta que después se fue a cumplir tareas con las unidades de las FPL y llegaba de visita cada dos semanas. Allí conocimos a Fernando, chileno, que cayó en 1989 en Ciudad Delgado; Ramón, de Costa Rica; dominicanos: el negro Javier, que ya se volvía para su patria y César, que era médico y sastre; Karim, otra chilena. Anteriormente habían estado otros dos compañeros argentinos, Anita y Roque. Fabricio, un estudiante de medicina venezolano que murió en el ‘88 en un enfrentamiento con el Batallón Atlacatl.

En los primeros años, el concepto que se tenía de la guerra era que allí sólo se tiraban tiros. Y no. Se cumplían las más diversas tareas que hacían posible el avance y la resistencia. Una tropa sin maíz, sin frijoles, sin arroz, cómo podía subsistir? De eso se encargaba Víctor, aunque renegara y se lamentara. A una tropa sin botas o con los uniformes descosidos le es difícil ir al combate. Ahí entraba la labor de César.

Como había compañeros que no sabían leer ni escribir, en los ratos libres se sacaban cuadernos y lápices. Ahí Rodolfo colaboró como maestro.

En la convivencia con la tropa, las diferencias culturales podían hacer que se encajara mejor o peor. Había que elegir con quién compartir la champa, con quién compartir los momentos de descanso. Rodolfo cuajó muy bien con los demás. El venir de la ciudad para internarse a la vida guerrillera en el campo no era fácil. Los que eran de la zona o estaban hacía tiempo ahí, a veces se comportaban como intentando probar a los recién llegados. A algunos les era más difícil que a otros, y a los internacionalistas siempre les costaba más. “Yo no me quiero dejar mandar por ningún extranjero”, era una expresión que después la convivencia se encargaba de romper.

A Víctor lo tenían por enojado los compañeros, que eran muy jóvenes, entre 15 y 17 años. A los 17 años eran considerados viejos. A nosotros nos decían viejitos. Cuando se daban cuenta que nos cansábamos en las caminatas nos decían “¿Qué vienen a hacer estos viejitos a la guerra? Nos cuesta mucho cuidarlos!”

A Víctor le gustaba mucho regañar a la tropa y entraba en conflictos de relación fácilmente.

Sergio era más calmado, más tranquilo, igual que Cope. Podían estar los combates ahí cerca y con mucha tranquilidad asumían sus tareas diarias. Rodolfo era aún más tranquilo.

En ese tiempo las operaciones del enemigo eran bastante seguidas y requerían de un nivel contundente de respuesta. La guerra había entrado en un nuevo período. Había comenzado la movilización permanente de las unidades guerrilleras para contrarrestar los ataques enemigos. A nivel nacional, pero sobre todo en la provincia de Chalatenango. Después de estar tres meses recibiendo instrucción en la escuela, Rodolfo fue directamente asignado con el grado de teniente a un pelotón de combate que se movilizaba por Las Vueltas y que acostumbraba andar por la zona de Las Bolsitas, cerca de La Ceiba, a una media hora de la escuelita. Los compañeros que salían con él comentaban que esa tranquilidad de Rodolfo nunca la perdía en los combates.

Cope también era excelente combatiente. Había un compañerito de 14 años de edad, Marvin, que después de haber sostenido un enfrentamiento prolongado con el enemigo, me decía “Me gustaría salir con Cope otras veces porque no se agüeva. Se mantuvo en la trinchera y nunca dio señales de querer retirarse”.

Sergio todavía estaba con las unidades de las FPL. Era un acuerdo de cooperación realizado con la idea de que los compañeros conocieran la experiencia política y militar de las otras organizaciones. El compartir esta experiencia rompía esquemas. Yo tuve la oportunidad de estar trabajando ocho meses con los compañeros de las FPL, en la producción de Radio Farabundo Martí, en el ‘84, ahí mismo en La Montañona, en una zona muy alta que se llama El Rótulo de los Monos, dos años antes de conocer a este grupo de compañeros internacionalistas.

Tuve la oportunidad de viajar a Chalatenango en el mes de marzo del año ‘98 pasado. Fui con cuatro compañeros que estuvieron para la misma época, en esas zonas donde se movían las FAL. Fuimos a Los Ramírez, al Cacao, a las Bolsitas. Aquella experiencia con los compañeros internacionalistas es imborrable. El respeto a su heroísmo, a su solidaridad. Fuimos a la Quebrada de la Cimarrona, donde tantas veces nos bañamos en el río, donde tantas veces tuvimos instalada la cocina.

Cuando uno dice Los Orellana, Los Ramírez, Los Beltrán, Los Guardado, habla de zonas bautizadas por los guerrilleros con el nombre de las familias que habían habitado esos lugares, familias muy numerosas y humildes que tuvieron que evacuar la zona ante la embestida del Ejército. A ésas zonas nos dirigíamos tres o cuatro veces por semana a buscar el frijol, el maíz, el arroz. En todos esos caseríos la gente cooperaba con nosotros. Nos vendían a precio preferencial para la guerrilla. Víctor tuvo que conocer personalmente a todos los tienderos, quién vendía mas barato esto y quién lo otro. Se conocía de memoria toda el área que nos rodeaba.

En la escuelita cada día se asignaba a un compañero para dar el matutino. A las cinco de la mañana nos levantábamos. Allí en La Montañona hace un frío tal que el agua amanece con escarchita. Echarse esa agua en la espalda que te hacía saltar, luego ayudarse con el jarro caliente de café y después a realizar los ejercicios físicos. Cada uno diariamente se turnaba para dirigirlos. Cuando algunos mandaban muchas pechadas o lagartijas, o muchos parachutes (caída de paracaidistas), al día siguiente andábamos bien yuca, bien duros todos.

La mayoría de los guerrilleros usaban gorra, pero Rodolfo andaba con un sombrerito color verde. Llegaba de una operación militar, dejaba el fusil pegado al poste y se ponía a moler el maíz en la cocina. Siempre que se regresaba de una misión, se continuaba con las diferentes tareas logísticas.

Una vez veníamos retirándonos de una ofensiva del enemigo y Rodolfo venía muy enfermo del estómago. Las comidas crudas muchas veces, o sin sal, y las diferentes costumbres alimenticias solían hacer estragos en los estómagos de alguna gente, en especial de los extranjeros. Veníamos escapando del enemigo y “Ya no aguanto”, dijo Rodolfo. Y ya no aguantó y ahí mismo se bajó los pantalones.

En el ‘87 el Ejército asentado en Chalatenango se propuso que no le daría paz a la guerrilla en esa zona. El Coronel Ochoa Pérez, comandante de la 4ª Brigada de El Paraíso, hacía declaraciones constantemente acerca de sacudir, de hacer trabajar más a la guerrilla. Los operativos sobre la zona de Las Vueltas se hicieron más continuos.

Nosotros por nuestra parte entendíamos que si ellos no acudían al combate, había que salir a buscarlos. Era una de las líneas de la Guerra Popular Revolucionaria.

Una guerra que se alargó. Y donde el enemigo recurrió entonces a la táctica de romper internamente a la guerrilla. De revertir guerrilleros. Con graves repercusiones.

Chalatenango no escapó a ese intento de infiltración. El Ejército reclutó a muchos pobladores que formaban redes para descubrir nuestras rutas, suministrar información de cuántos éramos, de por dónde solíamos aparecer.

En la propia tropa ya se empezaron a dar casos de unidades guerrilleras que salían de exploración y cuando se topaban con una patrulla enemiga, ponían el fusil boquilla abajo, como una señal preconvenida de no-combate. La táctica en ese caso era de convencer a los compañeros de permanecer en la guerra sin combatir. Poder sobrevivir a la guerra, sin cumplir las tareas revolucionarias.

Al igual que nosotros saboteábamos los puntos vitales de la economía nacional que solventaba al enemigo, ellos comenzaron a sabotear nuestra propia economía. Los compañeros llegaban a poner las cargas de explosivo en un poste del tendido eléctrico y se encontraban con que las cargas, sutilmente mojadas con una jeringa, no explotaban.

Hubo que preparar equipos ideológicamente muy sólidos para poder detectar ese trabajo. Trabajo enemigo que hizo mucho daño, en el sentido que se transformó en una lucha al interior de las unidades guerrilleras, lo que provocó en un momento mucha desconfianza. Cualquiera podía sentirse tocado.

Se formaron equipos de vigilancia que, por la delicadeza del asunto, recurrían a compañeros de una especial consistencia política e incluso física. Pues cuando se descubría una red de ésas, se convocaba a una reunión y a una señal del jefe los miembros del equipo desarmaban al infiltrado. Hubo casos en que al momento de la detención los tipos mataban a sus compañeros.

Rodolfo reunía las dos condiciones, por lo tanto le tocó participar de esos equipos. Él había llegado a principios ‘87 como un niño bonito y grandote que el Partido Comunista Argentino había mandado junto a los otros compañeros. Primer enflaqueció rápidamente. Pero mes a mes fue agarrando fuerza y terminó hecho un diablón que cargaba 50 libras en el lomo durante horas sin quejarse.

Todas las etapas de la guerra fueron difíciles, pero ésta, de la cual participaron aquellos compañeros internacionalistas, fue particularmente delicada pues se debía tener mucho tacto para no equivocarse.

Fue una época que requirió de muchas virtudes para atravesarla a salvo.

En este momento de transición aún de la guerra a la posguerra, a veces se me trata de que yo mucho hablo del conflicto. Me ha sucedido en mi lugar de trabajo, ámbito por cierto muy distinto al de la guerra, que me digan que mucho insisto yo en ese período. Y yo trato de reflexionar.

Eso ha sido parte nuestra. Si tratamos de quitar, de desvincular esa parte, estaremos olvidando nuestras propias vidas y la de nuestro país. Yo no puedo olvidar eso. Comprendo claramente que ese período nos permite valorar hoy qué es lo que debemos hacer, por donde debemos continuar. La lucha hoy quizás se ha vuelto más compleja, pero la complejidad no nos debe confundir en cuanto hay que seguir validando lo que siempre fue válido: la Guerra Popular Revolucionaria. Personalmente pienso que el FMLN atraviesa una situación bien difícil, que requiere de mucho esfuerzo por consolidar el perfil revolucionario conque le dio y debe seguir dándole esperanza a la gente. Validar su carácter revolucionario será validar los años que vivimos en guerra.

La muerte me sigue impactando. Yo tengo aquí metido lo del 16 de septiembre, el 3 de mayo cuando Italo, segundo jefe del Batallón Aguiñada Carranza, pierde su pierna en Guazapa. Que Juan Macarela cayó en mayo del ‘88 combatiento contra una unidad del BIRI (Batallón Irregular de Reacción Inmediata) Ramón Belloso.

Para agosto y septiembre del ‘87, las operaciones enemigas en la zona se habían incrementado fuertemente.
El 16 de septiembre Rodolfo estaba en una misión de combate sobre unos cercos de piedra que están rumbo a Los Orellana. Con 22 años, venido de Argentina igual que el Che Guevara, comandaba una escuadra de siete combatientes, entre los que estaban Marno y el Gato Douglas, que habían compartido ya muchas operaciones militares con él, Marvin, Carlitos, y Tobías. El día anterior habíamos tenido una larga conversación en la cocina del Caraito, en la que me contó algunas cosas sobre su vida en su país y algunas opiniones sobre esta experiencia con la guerrilla salvadoreña.Me contó que le iba al Independiente, donde jugaban varios de la selección campeona del mundo en México, con Maradona.

Como a las 11 de la mañana fueron emboscados por una unidad de la 4ª Brigada de Chalatenango, que asediaba la zona constantemente. A la vuelta los compañeros informaron que el teniente Rodolfo había muerto en la emboscada, alcanzado por una bala que le dio en medio de la frente.

Cerca del mediodía del 16 de septiembre de 1987, encabezando una unidad de las FAL en La Montañona, Chalatenango, cerca del caserío de Los Orellana, El Salvador.

A las pocas horas ya estabamos movilizándonos para otro campamento porque el enemigo se nos venía encima.

En los años ‘90, estando en Nicaragua, fue que supe su verdadero nombre: Marcelo Feito.

(Carlos Castaneda, Mauricio, fue elegido diputado por el departamento de Sonsonate en las elecciones de marzo del 2000. Reelegido en el 2003 y en el 2006, siguió integrando la bancada del FMLN en la Asamblea Legislativa de El Salvador. En 2009 el FMLN ganó las elecciones generales, y desde entonces Carlos es funcionario del Ministerio de Defensa)

Marcelo Feito
alias Teniente Rodolfo

sábado, 10 de septiembre de 2011

Los Schlenker, manifestación nazi argentina


por Matías Bustelo

La reciente condena a prisión perpetua para Alan y William Schlenker por el asesinato de Gonzalo Acro no es sólo el más elocuente dictamen judicial de los últimos tiempos contra la barbarie justificada en la pasión futbolera; es también una advertencia sobre un largo proceso por el cual muchos ciudadanos argentinos de apellido alemán se han escudado en rasgos y orígenes centroeuropeos para excusar un comportamiento exacerbado, que ya desde Arminio hasta Hitler y sus secuaces de todas las etnias viene colmando al mundo de la más sanguinaria gama de muertes inducidas, con genocidios y todo.

Este comentario inicial, que a simple vista podrá ser tildado de germanofóbico, no nos evita inferir que son los Schlenker hijos de una conducta que los forjó fuertes y bien vistos, ya por las damas de la farándula (como Moria Casán, que se fotografió con el apuesto asesino William para la revista Caras un día después de haberse cometido el asesinato de Acro), como por una sociedad lamentable que ve “bien nacido” a todo individuo con sus nobles rasgos y su sonoro apellido; una sociedad tontamente acomplejada, que no encuentra tanta nobleza en los bien criados de rasgos sudamericanos como la encuentra en los hijos de los equivocados de Europa.

Se dirá que Osvaldo Bayer es también alemán, como lo es aún el vasto espíritu de Thomas Mann, Carlos Marx y de los hermanos Grimm. Pero estos saludables nombres de sonoridad centroeuropea, como el de los Schlenker, nunca se valieron de su etimología para ganar camino en el mundo de los pueblos con complejo de inferioridad (como sin duda es el nuestro), sino que salieron al mundo para dar la pauta de que el centro de Europa también construye magia como Brahms, piensa con razón, se enoja con la peligrosa violencia de Bismarck, ejerce lo justo como lo injusto, ama con pasión a veces digna y a veces equívoca y hasta sabe enfrentar al mundo central británico, que aún impera, con dignidad altanera y (hay que decirlo) una voluntad de violenta derrota que hasta a Schopenhauer haría palidecer de tanta verdad agolpada.

Que intente un periodista, por sagaz que fuera, obtener un reportaje hondo a los miembros de la colectividad germánica que, de a miles, habitan, prosperan y hasta mandan en el conurbano bonaerense. Que lo intente y se sorprenderá de la hermosa cultura y la cordialidad indudable propia de los hijos de la Germania Magna; hasta que el reporteado le plante la barrera, esa que le permitió vivir en Sudamérica como en la Renania y que hasta al más humilde de los alemanes le ha valido ser de los mejores entre sudamericanos. Como el SS standartenführer, Adolf Eichmann, devenido Ricardo Klement en Argentina, electricista de la Mercedes Benz de González Catán y buen vecino de San Fernando. Como el cientificista Herr Doktor Josef Rudolf Mengele, impune viajero del Cono Sur. Como el abusador de menores y espía de la temible DINA chilena, Paul Schäfer Schneider. Como los hermanos Alan y William Schlenker, que amparados en el visto bueno que en nuestra patria inspira su nombre y su saludable aspecto rugbier, cometieron sus crímenes mientras eran el nuero perfecto de la suegra sudamericana promedio y viajaban por el mundo con dinero sudamericano y el salvoconducto mundial de un buen parecer ario.

Ahora los Schlenker están condenados por asesinato y porque un proceso judicial los halló culpables. También están en libertad, por razones jurídicas que este humilde redactor no entiende y no le interesa entender. Ahora pueden valerse de las eficaces redes de solidaridad que los estados poderosos han logrado tender en todo el mundo y que permitieron a los alemanes nazis valerse de los buenos alemanes sudamericanos para limpiar sus manos de sangre, ejerciendo buenos y nobles oficios que a un sudamericano que ejerciera mismo trabajo no le rendiría tan buen fruto. Como las redes inglesas que desbarataron la unidad sudamericana. Como el prototipo yankee mormonizando (o debería decir aculturando) en bicicleta por los dominios de la Madre Tierra.

Ante estas advertencias es bueno recordar que un pequeño ciudadano alemán, aunque más enorme que todo el equívoco fervor con que a los pueblos poderosos obsequió la Historia, decía parecerse “al que llevaba el ladrillo consigo para mostrar al mundo cómo era su casa”. Se llamaba Bertolt Brecht, era un amigo del ser humano y deberíamos sospechar que su buena palabra faltó en el ideario agresivo, adinerado y grosero de los hermanos Schlenker.