martes, 6 de noviembre de 2012

Ding dong, Ding dong

 

A Centroamérica le debo unos cuantos años de mi vida, muchos amigos y una lista larga de descubrimientos, incluidas dos grandes historias de amor. Y entre todos los tesoros que yo encontré en esa parte del mundo, dentro de sus paisajes, bajo las lluvias interminables, junto a su gente y su experiencia revolucionaria, están también las canciones de Leonardo Favio. Para mí era “Favio, el director de cine”. Pero en El Salvador, Nicaragua, Honduras y Guatemala, la fama de su nombre pertenecía al reino mayor de la música. Desde entonces me gusta llamarlo “el cantante”.

Hoy en su despedida, quiero recordarlo con esta canción que integra la banda de sonido de aquella temporada de película, cuando yo la escuchaba ida y vuelta por las playas del Pacífico, sin saber que desde el horizonte brillante la marea del tiempo venía cantando otro nombre. El ruido profundo del océano decía Georgina. Para ella:
 
 

2 comentarios:

  1. Si el amor fuera infinito, yo te amaría hasta el día, hasta la noche.
    Hasta el café y las facturas, hasta el silencio y el jardín, hasta los manteles y el paseo.
    Si fuera sin tiempo, yo te amaría.

    Para mi Gatito de mí, en la oficina.

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