viernes, 12 de agosto de 2016

Chau Robert




En la madrugada de hoy falleció Roberto Vallarino, quien el verano pasado había cumplido 84 años

Para los que fuimos su familia, sus camaradas, sus amigos, el pesar de la partida se consuela en la gratitud profunda de haberlo conocido, de haberlo querido y disfrutado mucho. Nos toca dejar que el sol de este viernes porteño suba y baje, remontándonos por los lugares y momentos compartidos a la luz incandescente de su compañía

Lo conocí en los albores de mi adolescencia, hacia el final de la dictadura, cuando apenas ingresado a la actividad política tuve la suerte de trabar amistad con Ricky, su hijo mayor. Roberto era a su vez gran amigo y compañero de mi viejo. El nexo entre los cuatro era el Partido Comunista, cuya militancia se educaba desde antaño a tomar ciertas medidas de seguridad, algunas muy rigurosas como ser la dirección, el teléfono y a menudo la identidad, tal es así que “Roberto” era en realidad un pseudónimo escogido para despistar a los perseguidores de “Ricardo” padre

La apertura democrática no significó bajar la guardia y pasar a prescindir de las normas de precaución. Pero en el mutuo caso de los Vallarino y los Echegaray su secreto domiciliario comenzó a tambalear cuando Ricardo y yo empezamos a cruzarnos misteriosa y reiteradamente a bordo del 126, navegando por Directorio rumbo al centro. Ricky subía antes que yo, pero a mi altura el bondi llevaba ya la mitad del recorrido. Sin embargó resultó que éramos vecinos del mismo barrio de Flores, que su parada era la anterior a la mía y que vivíamos a tres cuadras

A finales de los ochenta Ricky suspendió sus estudios de medicina, cazó una mochila y enfiló hacia el norte bordeando la Cordillera. Después del Machu Pichu recaló en Ecuador, adonde le hice llegar a través de Roberto una carta estampillada con un boleto capicúa de la línea rojiblanca que va de San Justo hasta el Correo Central. Antes del viaje nos habíamos juntado a almorzar en un restaurante de la calle Bonorino, a medio camino entre su casa y la mía. Por esos días se estrenó Los Intocables, que las vitrinas de la Avenida Rivadavia promocionaron de modo estupendo con una serie de afiches individuales para cada protagonista principal: “Kevin Costner es Elliot Ness”, “Sean Connery es Jim Malone”, “Robert De Niro es Al Capone”. Supongo que a partir del comentario apasionado de la película fue que a Roberto empecé a llamarlo “Robert De Niro”, o simplemente Robert. Además de la voz, la buena figura física y el Partido, padre e hijo tenían en común su afición por el tabaco y acostumbraban comprar cada mañana y cada uno por su cuenta dos atados de Marlboro que con plena nitidez recuerdo apilados uno encima del otro sobre la mesa de aquel último encuentro. Tres años más tarde, recién vuelto de las Islas Galápagos, él y su novia se encontraban en Mar Del Plata trabajando como extras de cine, cuando el escape fatal de un viejo calefón a gas los sorprendió tendidos en la cama, durmiendo para siempre juntos el sueño del amor eterno

Zulema, la mamá de Ricky, nunca logró sobreponerse a la tragedia. Yo heredé por ella y Robert un cariño de hijo que creció a medida que pasaba el tiempo y se sucedían los cumpleaños, las navidades y otros lindos motivos de festejo. Pero además el destino nos tenía reservada la oportunidad de reunirnos con mayor frecuencia entre el 2010 y el 2012, cuando entre los tres recopilamos y escribimos la biografía política de Robert, titulada “Medio siglo militando”. Un trabajo hermoso que en ese lapso me permitió visitarlos semana a semana en el departamento de José Bonifacio, adonde llegaba desde Quilmes en un tándem de tren y subte, aprovechando la distancia de Varela hasta su hogar para repartir mi ruta entre las callejuelas encantadoras del famoso barrio de Las Casitas Baratas, construidas en el Bajo Flores durante la primera presidencia de Perón. La caminata concluía sin dejar jamás de hacer un alto en el chino para comprar una botella de buen tinto que nos mandábamos con la comida, después del laburo

Dicha experiencia fue un curso intensivo en historia argentina al cabo del cual pude conocer y comprender mejor la labor del PC y del conjunto de las organizaciones populares involucradas en la lucha gremial, estudiantil, vecinal, parlamentaria, y del rol ejemplar cumplido por el Partido en su permanente intento de unirlas, tarea en la que el propio Robert había destacado al punto de convertirse en un mediador indispensable para la conformación de distintos frentes e iniciativas como la derogación de las leyes de impunidad

Creo haber aprendido también que los viajes al interior del ayer sirven para desanclar el porvenir de un ahora mareado de desaciertos, aciertos, grandes éxitos y estrepitosos fracasos. Bucear en busca de respuestas, sumergirnos a contemplar la vida submarina de nuestros más adorables tesoros y más magníficos transatlánticos. Pronto es preciso salir a la superficie y respirar con confianza en el horizonte, reimpulsados en la idea de construir y embarcar nuevas balsas

Zule se fue en el invierno del 2014. En este despedimos hoy a Robert. Nadie mejor que él para burlarse de su propia muerte. Si ahorita le preguntara “¿Cómo estás?”, respondería: “Si te digo mal, estoy fanfarroneando…”

Ya es bien de noche tarde, es sábado. Chau Robert




 

1 comentario:

  1. No puedocontener algunos lagrimones. Hermoso recuerdo hijo.¡Hasta la Victoria Robert!

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