Según mi experiencia, el ejercicio de la docencia proviene estimulado por un par complementario de satisfacciones básicas: el placer de asistir al aprendizaje de lo que enseñamos, y el placer de aprender mejor aquello que se enseña. La perfección del conocimiento es obra (y arte) de la cooperación escolar entre la parte maestra y la parte alumna, tal como lo comprobé una media tarde a finales del 2001 en Oslo con dos de mis estudiantes de guitarra y canto.
A su turno, Solveig nos hizo “Pink moon”, de Nick Drake, que había sido el primer ejemplo de la primera lección: “Escúchenlo, porque de esto se trata todo...”. Con la oreja puesta en tal modelo fuimos avanzando sobre las coreografías que permiten al cuerpo unirse al instrumento para crear música. Ya desde el comienzo advertí de qué manera el encanto personal de Solveig se traducía en una gran facilidad para desplazarse sobre las cuerdas y en el contralto reposado que extraía de su garganta. Durante su ejecución de aquella tarde experimenté más que nada ese placer visceral que nos produce oír en vivo una canción entrañable. “Pink moon”, ahora en la voz de mi alumna, de una mujercita que le sacaba propio brillo a puro talento y espíritu rocanrolero. Sobre su arpegio de principiante lograba fundir el sonido en la imagen de una caminata a cuyos pasos ella iba confesando la letra como si fuera una huella. Cuando acabó me quedé un instante sonriendo en silencio, y encantado le pedí por favor que la tocara de nuevo.
Para la primavera boreal del año siguiente la historia de amor que me llevó hasta Escandinavia había terminado. Del otro lado del mundo la gama de colores primaverales va desde el marzo tardío a un junio profundo. Entre las flores de mayo debí recobrar otra vez la forma de un hombre solo, sin más alimento que un paquete de futuro abierto. Epílogo que coincidió con la chance de grabar un CD como trabajo final para la graduación de un ingeniero en sonido. El disco tomó el nombre de la calle de mi casa de Oslo: “Eventyrveien, la Calle de los Cuentos de Hadas”. El corte de apertura fue una versión de “Pink Moon”, inspirada en la versión de Solveig.
Lo vi escrito
y vi decirlo:
“La luna rosada está en camino”
y ninguno de ustedes es tan alto
la luna rosada los va a alcanzar a todos
es una rosada, sí
rosada luna
rosada, rosada, rosada, rosada
rosada, rosada
rosada luna rosada…
que buena onda esa cancion chochan
ResponderEliminarrecuerdos lucilences imborrables en mi memoria, unas vacaciones inolvidables!!
Inolvidables. Bellas. Ah La Lucila...
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