sábado, 30 de enero de 2010

Hay una guerra


El resultado final de las elecciones en Chile ha significado un mal paso que deja por delante a un presidente pinochetista en La Moneda y la amenaza de un tsunami reaccionario proveniente de la franja del Pacífico. Pero también una seria advertencia para los gobiernos progresistas, en el sentido de que: los lastres neoliberales, las vacilaciones a la hora de ampliar y robustecer su base popular, y la falta de un compromiso ecológico a prueba de dudas, le allanan el camino a las fuerzas restauradoras de un “orden” militarizado, criminal, asquerosamente desigual y servicial a los intereses del imperio.
Asimismo, esta nueva experiencia de fractura del centroizquierda producida cuando una parte apuesta a capitalizar el desgaste resultante de sumar la poderosa y agresiva impugnación del enemigo con las debilidades y claudicaciones señaladas, revalida la necesidad urgente de reunir en nuestro país una alternativa democrática capaz de hacer frente a la contraofensiva conservadora e influir efectiva y positivamente en el destino del gobierno, aportando un faro de referencia sólido que permita esquivar los arrecifes del oportunismo y el seguidismo, para guiar esta experiencia alentadora hacia buen puerto.
En pleno verano, mientras se conocían los resúmenes positivos de la actividad económica del 2009 y la opinión pública confluía despidiendo a Sandro, la escandalosa negativa de Redrado a la creación del Fondo Bicentenario y su salida del Banco Central, sirvió para reciclar el ánimo desestabilizador instigado desde la resolución 125 por el feroz complejo económico, político y mediático que la misma aglomeró. Queda claro que la intención del arco opositor es presionar para que el gobierno pague la deuda con haberes presupuestarios, a costas de un descenso drástico en la inversión social, el PBI, los niveles de ocupación y salario, todo lo cual redundaría en el deterioro electoral de los Kirchner.
Un antológico reclamo militante, por dondequiera pintado por las juventudes políticas de ayer y hoy, dice: “No al pago de la deuda”. La vigencia práctica de dicha herramienta, demostrada con dignidad por el gobierno ecuatoriano, debiera movilizar la decisión presidencial de apoyar la causa que investiga los orígenes y montos fraudulentos de las obligaciones externas, y que tramita actualmente en el Juzgado Federal Nº 2. Sería un grave error no hacerlo.
Conviene prestar más atención a la relación (cuando menos temporal) que tuvieron estos hechos con la visita reciente de Arturo Valenzuela, Subsecretario de Asuntos Hemisféricos de los EEUU, quien bajó a Buenos Aires para transmitir el apoyo descarado de la Casa Blanca al proyector opositor. Los halcones norteamericanos están decididos a voltear en su favor a todos aquellos gobiernos de Latinoamérica y el mundo (caso Honduras) que representen un escollo para su estrategia de controlar las reservas biológicas del planeta. Recursos escasos a cuyo respecto, en la cumbre climática de Copenhague, Barack Obama y su gabinete reasentaron posición, ésta es: no respetar los programas tendientes a disminuir la emisión de gases venenosos y continuar relativizando (y conspirando contra) la abrumadora mayoría de los informes científicos que alertan sobre la inminente catástrofe ambiental que se cierne sobre la Tierra, de la que los Estados Unidos, contaminador atmosférico y consumidor de energías número uno, es el principal responsable. Cabe resaltar la extendida movilización de la comunidad danesa, y de la estadounidense, desoída y traicionada por su actual mandatario, mismo que tras reforzar su presencia invasora en Afganistán fuera bochornosamente premiado con el Nóbel de la Paz.
El uso de las armas como antídoto para frenar estos índices delincuenciales que la peor prensa exacerba y que son mera consecuencia de la crisis del sistema capitalista, ha fracasado estrepitosamente en todos los casos, y ha sumido a las ciudadanías en un reino de vigilancias, pistolas e itakas, que lejos de llevar tranquilidad, ha sembrado las calles de niños y jóvenes muertos. Cuando Eduardo Duhalde agita esta variante, no hace más que desnudar su más absoluta incapacidad para resolver con sensatez el problema, evocando los nombres de “Darío y Maxi” conque ha sido rebautizada la estación de tren Avellaneda. De hecho, sus dichos fueron lanzados desde nada más y nada menos que un país como El Salvador, allí donde, precisamente, la derecha política perdió el gobierno a manos de la izquierda por insistir en sus frustrados planes de “mano dura” coherentes con la brutalidad de sus métodos políticos y económicos.
Los aprietos en materia de gobernabilidad no podrán ser resueltos apelando a la recomposición del entramado de poderes que sostuvieron la primer presidencia Kirchner. Gran parte de la burguesía agraria e industrial que supo beneficiarse con aquella, y cuyas arcas, muy a pesar del colapso recesivo mundial, no mermaron en el transcurso del año pasado, hoy está lanzada a la lógica de derrocar a este gobierno y restaurar las consabidas medidas de ajuste que favorezcan ad infinitum sus privilegios de clase. Es decir: hay una guerra.
No obstante se achica el escenario donde “Golden Boy” Redrado ostenta lo aprendido en sus costosas lecciones teatrales, imitando a Cobos (vergüenza de la UCR) como violador serial de las instituciones que ambos dicen defender, el gobierno nacional paga una vez más el costo de juntarse con semejantes personajes y compañías, protagonistas de las peores escenas de la película argentina de las últimas décadas.
Cristina, Néstor Kirchner, Aníbal Fernández y el conjunto de la avanzada más progresista del gobierno tienen en sus manos la (difícil) tarea de conducir al país en el camino independiente que sus mejores pasos han abierto. En él están plantadas no sólo las esperanzas y la lucha de lo mejor del pueblo peronista, también de muchos argentinos que adhieren o participan en diferentes espacios de trabajo social (llámense partidos, movimientos, ONGs, etc.) y de aquellas mujeres y hombres que, si bien a diario defienden la perspectiva merecida de un mundo en paz, sin hambre ni violencias y en plena armonía ecológica,  no consiguen identificarse con ninguna estructura de realización política. Atascadas en sus mañas dirigenciales, sus discursividades panfletarias y sus ritos simbólicos éstas no hacen otra cosa que trabar la bienvenida real y efectiva de nuevas fuentes de hermandad y creatividad que serán decisivas para sostener, empujar y perfeccionar este proyecto.

Cristóbal Kent



Hay una guerra entre ricos y pobres
una guerra entre el hombre y la mujer
Hay una guerra entre los que dicen que hay una guerra
y los que dicen que no la hay

¿Por qué no vuelves a la guerra?
Eso está bien, metete
¿Por qué no vuelves a la guerra?
Recién comienza

Bueno, yo vivo aquí con una mujer y un niño
la situación me pone un poco nervioso, sí
Me levanto de sus brazos, ella dice:
“Creo que tú llamas a esto amor, yo lo llamo servicio”

¿Por qué no vuelves a la guerra?
No seas un turista
¿Por qué no vuelves a la guerra?
Antes de que nos hiera
¿Por qué no vuelves a la guerra?
Deja que todos se pongan nerviosos

No puedes soportar en qué me convertí
debes preferir al caballero que era antes
Yo era tan fácil de derrotar, era tan fácil de controlar
yo ni siquiera sabía que había una guerra

¿Por qué no vuelves a la guerra?
No te avergüences
¿Por qué no vuelves a la guerra?
Todavía puedes casarte.

Hay una guerra entre ricos y pobres
una guerra entre el hombre y la mujer
Hay una guerra entre la izquierda y la derecha
una guerra entre lo blanco y lo negro
una guerra entre pares e impares

¿Por qué no vuelves a la guerra?
Recoge tu pequeña carga
¿Por qué no vuelves a la guerra?
Deja que todos queden a mano

¿Por qué no vuelves a la guerra?
¿No puedes oírme hablando?

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