Puede leerse hoy completo en Clarín: “El cordobés José Emmanuel Piaggesi apareció hace meses por Bengazi, cuando comenzaba la revolución en febrero pasado, con una computadora que apenas funcionaba y presentándose como estudiante de periodismo. Al poco tiempo descubrimos que este chico de 23 años se había sumado a los rebeldes, andaba camuflado y tenía su Kalashnikov. Ahí aclaró un poco su relato. No era estudiante de periodismo sino un docente de una escuela técnica mendocina de nivel primario que venía de unos meses en los territorios palestinos trabajando con una agencia de asistencia cristiana y quería acompañar la rebelión libia”.
En la breve entrevista mantenida en Trípoli con Marcelo Cantelmi, jefe de la sección internacional del Clarín, José confiesa que en cierto momento de la guerra se sintió incómodo. “¿Incómodo en qué sentido?”, pregunta el corresponsal. “Ideológicamente –responde José–. La llegada de la OTAN hizo que mucha gente con buenas intenciones defendiera a la dictadura. Y vos sabés lo que es esta dictadura. Me fui un mes. Estuve un mes en Egipto, por ahí, quería pensar. Y decidí volver porque yo creo en la gente que estuvo todo el tiempo conmigo”. A la pregunta de si estuvo mucho en el frente, nuestro rebelde contesta que “sí, pero nunca vi un ataque de la OTAN. Me salvé de eso. El único que vi fue cuando destruyeron 30 camionetas de los rebeldes”.
Viene de Palestina, entra, sale, vuelve a entrar. En un momento reniega de la intervención de la OTAN. Luego dice que no ha presenciado ningún ataque de la misma, salvo la destrucción de un convoy perteneciente al propio bando. La conversación termina a los abrazos y con saludos: “Me pide mandar saludos a sus alumnos de la escuela técnica y a Convergencia Socialista, un grupo al que dice no pertenecer pero que le cae bien que haya enviado su adhesión a la causa de estos revolucionarios”.
Lo primero que se me ocurre averiguar a continuación es qué es “Convergencia Socialista”. Me suena pero no lo tengo. Lo aclaro: grupo troskista que integra el Frente de izquierda y los Trabajadores. En su página encuentro una nota sobre José, donde me entero que no es cordobés sino mendocino, y que le contó a la BBC británica que su grupo “está integrado por cuatro equipos conformados por 30 personas aproximadamente, cada uno con su respectivo líder. Muftah Al-Sibhawy es el nuestro, pero a la vez los cuatro equipos respondemos a las órdenes de Abd al-Salam, un veterano cuya experiencia es netamente organizativa, no bélica”. Por su parte, José Emmanuel se hace llamar Yusseff al-Arjentiny y lleva colgada una chapa con la foto del Ché.
Sigo buscando. Su cuenta de Facebook está a nombre de “Un neuquino en Libia”. ¿Cordobés, mendocino o neuquino? Doy con una página contrarrevolucionaria cubana llamada Cuba Out, que reproduce un artículo publicado por el diario Los Andes de Mendoza, basado a su vez en una entrevista para ABC de España. Tal parece que nació en Mendoza, pero su familia lleva varios años radicada en Neuquén. Según ABC, Piaggesi “tiene una acreditación de prensa a nombre de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y quincenalmente envía reportes al periódico universitario, aunque admitió no ser periodista”. Esto fue lo que confundió al enviado de Clarín, bastante desaprensivo él a la hora de presentarnos un héroe de nuestros pagos.
Finalmente, y como era de intuir, descubro que la prosecretaria de Comunicación Institucional de la UNC, María José Quiroga, se encargó de afirmarle al diario cordobés La Voz del Interior que Piaggesi nunca colaboró en la revista “Hoy la Universidad”, y que tampoco se registran su nombre o sus notas en el boletín semanal que se edita como periódico digital.
Se dice que “Dios trabaja de manera misteriosa”, y ojalá fuera éste el caso de un joven cristiano y anticapitalista cuyos hados revolucionarios lo condujeron a Libia, aunque sea del lado equivocado, allí donde por mucho que uno le pida y rece, Dios siempre reserva un lugar para los troskos. Pero también la CIA y todos los servicios de inteligencia de la OTAN tienen sus maneras misteriosas para jugar como dioses con los destinos de los pueblos, y ni los revolucionarios están exentos de caer bajo el influjo de esos poderes.
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