Con la firma de Alejandro Guerrero y el título de “Fanny Edelman y la leyenda estalinista”, la prensa del Partido Obrero publicó en su último número una nota dedicada a ultrajar la trayectoria de la presidenta del Partido Comunista, fallecida en días recientes a la infinita edad de 101 años.
Dicho artículo no certifica más que la miserable calidad humana y por ende política de su autor y de quienes conducen el agrupamiento que, con oportuna amplificación mediática, se autoproclama “la izquierda” argentina. La atontada mescolanza de personajes y rebuscados escenarios históricos que allí se mencionan denota su exclusiva intención de denigrar a la mujer ausente y al Partido que eligiera en vida. El tono demencial y la idiotez de su contenido quedan plasmados con desopilante elocuencia desde el primer párrafo: “También dicen -los que la homenajean- que fue ‘una incansable defensora de los derechos de los trabajadores’, aunque alguna vez le gritó ‘impertinente’, en Corea del Norte, a un periodista que le preguntó por qué no les daban protectores auditivos a los obreros de una fábrica de Pyongyang que se estaban quedando sordos”.
Es improbable que semejante proeza del culto a la alcahuetería, el desprecio y la difamación gratuita sea capaz de infestar la curiosidad de una lectura honesta. Cualquiera que haya formado parte activa de las luchas populares libradas desde 1983 –fecha de nacimiento del PO– puede dar perfecta cuenta del rol dañino jugado por una militancia sistemáticamente empeñada en imponer con soberbia su sectaria intransigencia “socialista” en el seno de los debates, a la hora de amalgamar el conjunto diverso de opiniones individuales y colectivas interesadas en fortalecer la voluntad común indispensable para su éxito. Hagamos sino historia no muy antigua y vayamos mejor a la escena de una asamblea: la mayoría de los participantes argumentará lo suyo sin perder de vista la verdad ofrecida con el argumento ajeno, buscará encontrar puntos de coincidencia, limar asperezas, abrir espacios de fraternidad que ayuden a defender, agilizar y ampliar las medidas impulsadas desde el gobierno a favor del pueblo; otros insistirán a los gritos en que hay que oponerse al régimen, dirán que Cristina es Menem sin patillas, declararán su apoyo “obrero” al campo golpista de los garcas y su preferencia ciudadana por Macri, pedirán para sí un voto de lástima aprovechando los canales públicos y el respaldo “obrero” cedido por los multimedios, luego brindarán con champagne en el estudio de Chiche Gelblung, y nos exhortarán por fin (¡¡Compañeros!!) a solidarizarnos con los obreros sordos de Pyongyang y condenar al kirchnerismo kimilsumista koreano.
Quisiéramos creer que se trata nomás del acto irresponsable de un insignificante imbécil que no representa el espíritu de todos los afiliados y simpatizantes del PO, con quienes marchamos juntos hace un año acompañando el dolor causado por el asesinato de Mariano Ferreyra, sumando nuestras propias banderas rojas al reclamo indignado de su esclarecimiento. Pero como hiciera tras la muerte de Gladys Marín, inolvidable presidenta del Partido Comunista Chileno, el órgano de propaganda de “la izquierda” pisotea las rosas todavía frescas conque despedimos a la camarada Fanny y celebra la muerte del Partido Comunista Argentino. Así obra el comando del PO dirigido por Jorge Altamira, supuesto gran defensor de la clase trabajadora, patético desquiciado que afirmó en más de una oportunidad la escalofriante convicción de que si llegara al gobierno –la jornada rural en que las vacas vuelen– su primer decreto sería “fusilar a todos los comunistas”.
Sin embargo los muertos que ellos matan gozan de buena salud, igual que el ejemplo inmortal de estas dos hijas del proletariado latinoamericano, ambas mundialmente respetadas y reconocidas por su pródiga labor en pos de los derechos económicos, laborales, políticos, sociales, ambientales, femeninos y reproductivos de la humanidad.
madre querida
orgullo del Partido Comunista
maestra del amor al prójimo
bella flor del pueblo argentino
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