La representación argentina en la ONU votó ayer a favor de una nueva imposición diplomática imperial encaminada a fortalecer la ofensiva golpista contra los gobiernos árabes que no responden a su mandato. Como hiciera el año pasado avalando a los comandos que respaldados por la OTAN acabaron destruyendo y apoderándose de Libia, la Argentina respaldó esta vez una sanción internacional promovida para acorralar al gobierno de Siria, hoy enfrentado a esa misma campaña de desestabilización mercenaria que, como en Libia, las cadenas noticiosas mundiales traducen como “levantamientos populares violentamente reprimidos por el régimen”.
Desde luego, esta declaración auspiciada por Estados Unidos (más Francia, Reino Unido, Turquía, Arabia Saudita, Bahrein, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Jordania, Kuwait, Libia, Marruecos, Omán, Qatar y Túnez) obtuvo la negativa de las naciones latinoamericanas aliadas en el ALBA, como así también la oposición de China y Rusia.
La desvergonzada delegación argentina no tuvo siquiera la decencia cívica o la prudencia política de abstenerse. ¿Cuál es entonces el conflicto local con Clarín y La Nación si a gran escala se actúa en consonancia con la línea editorial de CNN y Fox? ¿Cómo es esto de reclamar soberanía y denunciar la progresiva militarización de las Malvinas cuando al mismo tiempo se apoyan los planes guerreristas de Cameron y Obama en Medio Oriente?
En cuanto a la verdad del asunto, a los datos reales de lo que está ocurriendo en Siria, hay que decir lo siguiente: basta de datos, sabihondonerías e informitos especiales de los eruditos. Sabemos de qué va la cosa y estamos hartos de esta sanata y sinfín de guerras “en defensa de la democracia y los derechos humanos”. Es decir, cualquier persona de bien se pregunta, sencillamente: ¿Cómo es que en todos los conflictos están entrometidos estos que denuncian la existencia de armas nucleares siendo que son la primera potencia nuclear y los únicos en haber arrojado no una sino dos bombas atómicas?
¿Vamos a estar nosotros a favor de ellos? ¿De ellos, los que nos votaron en contra cuando Malvinas? ¿De ellos, los directivos supremos del Plan Cóndor? ¿De los invasores de Corea, Guatemala, Cuba, Vietnam, Nicaragua, Granada, El Salvador, Yugoslavia, Irak, Afganistán? ¿De los humanitarios que rieron al ver cómo remataban al viejo Kadafi? ¿De los bloqueadores de Cuba? ¿De los enemigos jurados de Chávez y Evo? ¿De los que atentaron 638 veces contra la vida de Fidel Castro? ¿De los defensores de Posada Carriles? ¿De los carceleros de los 5? Estamos todos locos…
En vez de votar a favor de resoluciones tan peligrosas, nuestra diplomacia debería defender en la ONU los intereses de la mayoría del pueblo al que representa, y la mayoría del pueblo argentino –quiero creer– no quiere más guerras en el mundo, en ningún lugar de mundo.
Queremos vivir en paz para poder resolver nuestras vidas en común, para ayudar a nuestros hijos y demás seres queridos, para seguir haciendo revolución y revoluciones, en paz. Que no nos jodan más la vida.
Si no detenemos esta escalada de guerras vamos directo a la hecatombe. Y ojo, mucho ojo, que a los responsables de este infierno les importa nada que se vaya todo al demonio, y para justificarse cuentan con toda una parafernalia religiosa literalmente diabólica, satánica, para la cual matar a cientos de miles de un solo bombazo vale como un acto misericordioso.
Pienso en los desaparecidos, en el Negrito Avellaneda, en las japonesas y japoneses de Hiroshima y Nagasaki. Pienso en nuestros compatriotas caídos en Malvinas y en aquellos que volvieron, hechos mierda. Pienso en las bombas de 500 libras, los helicópteros y en los dos millones de dólares diarios que invirtió el Pentágono durante doce años para intentar deshacerse de la guerrilla salvadoreña. Pienso en los incalificables autoatentados a las Torres Gemelas. Pienso en Honduras. Pienso en Libia.
Pienso en que los diputados nacionales de Nuevo Encuentro debieran abrir de inmediato el debate sobre la derogación de la Ley Antiterrorista que –sin debate alguno y haciendo caso omiso de la opinión generalizada del palo– terminaron aprobando junto a la bancada del FPV a fines del año pasado.
Y pienso en algo más: en que las diferentes organizaciones juveniles, ya sean políticas, estudiantiles, gremiales, barriales, culturales, artísticas, deportivas, religiosas, etc., debieran de una vez por todas convocarse a un ámbito concreto de reunión que les permita coordinar las iniciativas necesarias para recuperar en conjunto el espíritu y la movilización pacifista que ayer fueron “el áurea misma de tu sexo”.
JBE
PD: Todas las hojas son del Flaco.
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