Te
escribo desde donde siempre, sentado en la banqueta del almohadón rojo, son las ocho y media de la
tarde del jueves más nublado y mejor cogido de la historia. Acabamos de
merendar nuestro café con leche, más tarde vamos a pedir pizza, ver una peli,
quien sabe si no nos damos otra vuelta en la calesita del amor. Somos felices.
Desde ahí, desde aquí mismo, pego un salto de varios días hacia el futuro y de exactamente 6.287,37 kilómetros de distancia terrestre. Debo estar ya en El Salvador, Centroamérica, releyendo y retocando esta misma carta para enviártela colgada del blog.
El
post anterior, a la cabeza arriba de todos desde el comienzo de la primavera,
lleva tu nombre. y como te decía charlando hace poco, bien podría ser el
último. Concluir ahí sería tan perfecto como el tiempo, el lugar y los dos
personajes retratados en la foto. Porque vos misma sos una conclusión plena de
los sentidos que nacen de tu femineidad, entre ellos ese largo camino mío que terminó
cuando llegaste por primera vez, aquella noche, para alivio de mi alma y placer
de mi cuerpo.
Sabía que venías llegando, me lo habían dicho, estaba escrito, y yo te esperaba.
El
viaje realmente comenzó cuando empecé a escribirte esto, nena. Entonces pensaba en musicalizarlo
con la canción de Peter Bradley Adams que sin tregua escuchamos juntos durante
la despedida. Vaya de paso el primer nombre de la lista que me pediste.
Pero como temíamos y estaba previsto, a las cuatro de la mañana del sábado llegó el taxi. Luego embarqué un avión, subí hasta las nubes, bajé en la Lima del Perú, volví a subir, y descendí otra vez a la tierra del verano eterno, el siempre, el jamás, el café de ayer, la cerveza suprema y el ron. Mi otro país, el país de mis otros hermanos y mis niñas chulas guerrilleras, hoy gobierno.
Todo de nuevo. Todo similar y distinto.
Al día siguiente de mi llegada, en domingo, conduciendo por las rutas de montaña del departamento de Chalatenango, muy cerca de la tumba de Marcelo, descubrí esta canción de Silvio. No la conocía. La grabación se hizo durante los festejos de su cumpleaños 60, que duró dos días de nueva trova.
Pero como temíamos y estaba previsto, a las cuatro de la mañana del sábado llegó el taxi. Luego embarqué un avión, subí hasta las nubes, bajé en la Lima del Perú, volví a subir, y descendí otra vez a la tierra del verano eterno, el siempre, el jamás, el café de ayer, la cerveza suprema y el ron. Mi otro país, el país de mis otros hermanos y mis niñas chulas guerrilleras, hoy gobierno.
Todo de nuevo. Todo similar y distinto.
Al día siguiente de mi llegada, en domingo, conduciendo por las rutas de montaña del departamento de Chalatenango, muy cerca de la tumba de Marcelo, descubrí esta canción de Silvio. No la conocía. La grabación se hizo durante los festejos de su cumpleaños 60, que duró dos días de nueva trova.
Es
el futuro, estamos hablando por skype. Habrá otros. El del regreso, por
ejemplo, que llegará como todos los fines de vacación, maestra.
Aquí
estoy yo con vos, allá vos conmigo. Ahorita.
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