Amalia Raquel Sánchez de Echegaray nació en Quilmes, pasó la infancia en Berazategui, y en su temprana juventud de La Plata conoció a Ramón Eduardo, con quien se casó y se mudó a San Juan, para ejercer allí el amor de su profesión de maestra y amarlo a él hasta siempre.
Juntos
tuvieron cinco de los más bellos hijos que una pareja pueda desear. El
primogénito, Patricio, sería años más tarde mi padre. Le siguieron mis tíos
Daniel, Raquel, Silvina y Andrés.
Nuestro
propio cariño, el de una abuela y su nieto, creció primero en la casa de la
calle Gral. Paz en Jáchal, luego en la
súper casa de la Av. Del Libertador, Desamparados, al borde de la pileta,
durante las siestas, cuando la corneta del heladero me animaba a despertarla, y ella se levantaba. En aquel tiempo hicimos los dos solos un viaje a La Plata para visitar a su hermana, la tía Marta, un viaje que no olvido nunca. La relación continúa en un departamento pequeño en la Gral. Acha, a media cuadra de la plaza central de la ciudad, del cine Renacimiento donde me llevó a ver “King Kong”, del
Estornell, del Gran Rex. Tenía quince años cuando la ayudé en su mudanza al
barrio UDAP construido para vivienda de los docentes sanjuaninos, donde hoy la familia se encuentra
reunida para festejar sus años noventa.
Feliz
cumple, Raquelita. Te adoramos, Mami
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