miércoles, 1 de mayo de 2013

Cuando pasa el temblor


Me acababa de tirar un ratito cuando sentí el temblor de esta tarde. Dos zamarrones, el segundo casi imperceptible, y empezaron a ladrar los perros. Miré el reloj del celu: “18:06”. Me acordé de esa película donde un golpe de luz convierte al mecánico John Travolta en alguien mentalmente superdotado, capaz de leer quince libros en un día, revolear objetos mediante telequinesis, registrar movimientos telúricos imperceptibles o aprender portugués en un viaje de veinte minutos. Un ser cuya más poderosa ilusión continúa siendo sin embargo –y con todas sus fuerzas– atraer el cariño de una mujer que le corresponde de una manera algo huraña originada en las fallas sentimentales de su pasado. «Phenomenon» forma parte de mi propia lista de Las películas de mi vida, como se titula uno de los regalos de cumple que empecé a leer en estos días. Escribe allí el chileno Alberto Fuguet:

«No es que hubiera mucho que olvidar. El asunto no iba por ahí. Ojala el pasado estuviera lleno de esos hechos aislados y tremendos que uno pudiera usar en un momento de desesperación como ases bajo la manga a la hora de explicar por qué uno es como es. La gente cree que esos hitos son terremotos, los momentos en que todo se vino abajo, pero lo cierto es que siempre está temblando. Durante los terremotos la gente siente todo el miedo que no siente cuando, en sus propias vidas, el piso se les mueve. Esto es natural. El ser humano fue construido como un edificio antisísmico. A lo más, intuimos que nos estamos moviendo mucho, porque algo malo está sucediendo, pero algo nos protege de captar la verdadera dimensión. Por eso a la mayoría no nos pasa nada. No nos pasa tanto. Algunos quedan con los cimientos dañados, aunque lo cierto es que la mayoría sobrevive de lo más bien. Sólo años después algunos captan que lo que les tocó fue una catástrofe, pero ya es tarde».
 

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