lunes, 13 de junio de 2011

Gol “P” al corazón

(Para Palermo)

Nací de Boca en 1968. Mis viejos y mis abuelos todos bosteros, quizás con la excepción de mi abuela paterna, la Mami Raquel, criada en La Plata entre un hermano de Estudiantes y otro de Gimnasia. La primera vez que fui a la Bombonera fue para un clásico matutino, el que jugaron Boca y Ríver una mañana de 1981. Fue por el Campeonato Nacional, y se jugó a la mañana porque aquel domingo 27 septiembre por la tarde todos los argentinos íbamos a estar frente al televisor alentando al Lole Reutemann, quien a bordo de un Williams con motor de Ford peleaba el título de Fórmula Uno en la anteúltima carrera del campeonato, que se corría en el “Circuit Île Notre-Dame” de Quebec, Canadá.

Mis viejos me llevaron hasta el estadio, me compraron la entrada, se volvieron a Flores, y solito me metí en la 12.

BOCA

Gatti
Suarez Mouzo Ruggeri Córdoba
Benitez Krasousky Maradona
Escudero Gareca Perotti

DT: Silvio Marzolini

RIVER

Fillol
Saporiti Giúdice Passarella Garcia
Bulleri Gallego Kempes
Alonso Ramón Díaz Comisso

DT: Alfredo Di Stéfano


GOLES: 20' Maradona, 64' Kempes, 69' Passarella, 80' García, 82' Gareca

Es decir que el primer gol que vi en la Boca fue el que Maradona le metió a Fillol de media cancha esa mañana:


Ahí entre la hinchada, por el ángulo superior derecho del tumulto en la sombra, estoy yo de trece años gritando el gol de Maradona. Me acuerdo que llevaba una radio portátil gris muy bonita por donde iba escuchando el relato de Víctor Hugo, que se había radicado en Buenos Aires en febrero de aquel año y en unos pocos meses había popularizado el “tatatá” desde su transmisión por Radio El Mundo. El primer tiempo terminó con aquel golazo del Diego. En el segundo, Ríver tuvo a favor el sol que a esas horas tempranas le apunta hacia el arco que da al Rihachuelo, y se jugó todo. No fue sólo obra del sol. Tenían un equipazo. Les cantábamos: “Compraron a Kempes, al Vasco y a Gallego, para que los cojamos los bosteros”. El Vasco Olarticoechea, que después de Racing y de brillar en la banda se vino con nosotros a la ribera.

Me volví a casa medio angustiado por la derrota, barruntando las gastadas riverplatenses que me esperaban en el colegio al día siguiente. La jornada deportiva no mejoró con los autos. El Gran Premio de Canadá fue para el francés Jaques Laffite (Ligier Matra), que compartió su podio con el irlandés John Watson (Mc Laren Ford) y el local Gilles Villeneuve (Ferrari). Reutemann terminó 10° y el campeón fue finalmente el brasileño Nelson Piquet. Al año siguiente el Lole concluyó su vida de piloto corriendo para Ferrari. Su compañero de equipo, Gilles Villeneuve, encontró la muerte a mediados del torneo durante las clasificaciones para el Gran Premio de Zolder, en Bélgica. Desde entonces el “Circuit Île Notre-Dame” se llama “Circuit Gilles Villeneuve”. Quince años después, en 1997, su hijo Jaques se coronó campeón de la categoría manejando un Williams Renault.

Cuestión de que mi muy temido lunes 28/9/81 fue en efecto un suplicio de gastadas alusivas al 3 a 2 mañanero que nos había propinado el Millo. El más irritante de los bromistas gallinas, un granujiento repetidor apodado El Ruso Sulczyk, no me dio respiro en toda la semana. Al sábado siguiente lo recagué bien a trompadas sobre el césped del Parque Avellaneda, en medio de un partido de fútbol.

Maradona se fue al Barcelona dejando en el trono a Ricardo Gareca. La loa decía: "Aplaudan, aplaudan, no dejen de aplaudir, los goles de Gareca que ya van a venir". Y vinieron unos cuantos, hasta que el Flaco se pasó a Ríver junto con el Cabezón Ruggeri. Fueron muy malos tiempos para Boca. El Club estaba hecho bosta, prácticamente en la quiebra. Lo levantó Carlos Heller al club. Macri vino, montó una parafernalia electoral a lo PRO, y se quedó con la presidencia de una institución financieramente saneada. Si no hubieran llegado Bianchi, los mellizos Barros Schelotto, los colombianos y Martín, la carrera política del tarambana de Mauricio hubiera sido muy distinta.

La primera vez que te vi jugar, Martín, fue ahí en la Boca, desde el mismo puesto en la bandeja central de la Doce, bajo la sombra de la bandeja superior, la del vértigo, la que te deja la cancha a tus pies. Yo estaba de visita en Buenos Aires, vos jugabas para Estudiantes de La Plata. Recuerdo que cuando volví a Córdoba, le comenté al Omar (el papá de mi mejor amigo, ambos fanas de Belgrano) algo así como “la puta cuando se te vienen encima esos dos tanques, Palermo y Maciel...”. Me los compré a los dos para mi equipo del primer “Gran DT” de Clarín, en 1995. Me compré también al Diego, al Mono Navarro Montoya, al Beto Márcico y al Enzo. Al inscribir mi planilla los bautizé LOS BEATLES.

Maradona es mucho más que un ídolo, y por lo tanto no lo incluyo en esta lista beatle:

Miguel Brindisi
Manteca Martínez
Claudio Paul Cannigia
Guillermo
Román

Hoy tengo 43 años de bostero, Martín. Hoy domingo 12 de junio del 2011 que jugaste tu último partido en la Bombonera, el inglés Jenson Button ganó con un Mc Laren, y en la última vuelta, el Gran Premio de Canadá. Hoy Vélez  Sarfield, con Gareca de entrenador, volvió a salir campeón y ya le pisa los talones de grandeza a San Lorenzo de Almagro.

En esta crónica de memorias deportivas de un bostero están las palabras que no tengo para decirte cuánto te quiero, Martín. Y pienso igual que Carlos Bianchi respecto de tus “cualidades técnicas”. El que dice lo contrario es un infeliz que de fóbal no entiende un ocote. Por algo nadie te discutirá como cabeceador. Porque además de tu gran corazón mitad xeneixe mitad pincharrata, la pura verdad es que jugás muy bien loco, y he ahí la principal razón de la llamada “magia”. Por todo esto es que sos el máximo goleador, el mejor centrofoward de la historia de Boca Juniors. Por todo esto estás al tope de mi lista de ídolos.

Golazo Martín. Hasta la victoria siempre.

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