lunes, 21 de enero de 2013

Un viaje inteligente

por Patricio Echegaray


Son varias las repercusiones que la visita de Cristina Fernández a Vietnam ha generado, sobre todo en los medios opositores, que no dejaron pasar la oportunidad para criticar dicha iniciativa y montar una repugnante cobertura político-mediática que busca desmerecer la importancia de Vietnam como país con el cual establecer importantes relaciones político-económicas.

No está de más recordar que en la lucha por su independencia, el pueblo vietnamita derrotó en un periodo de cincuenta años los ataques imperialistas de Japón, Francia y Estados Unidos, brindando al mundo un ejemplo de valentía y patriotismo que tras la rendición norteamericana hubo de prolongarse, para emprender la dura reconstrucción política, social y económica de un territorio que había quedado devastado por los bombardeos de agentes químicos.

Vietnam cuenta hoy con cerca de 90 millones de habitantes distribuidos en una superficie apenas más grande que la de Italia. La tasa promedio de crecimiento de su PIB en los últimos veinte años ronda el 8 por ciento. Si observamos además que sus exportaciones oscilan en torno de los 65.000 millones de dólares anuales y que en el 2008 las inversiones externas ascendieron a 64.000 millones de dólares, podemos entender por qué viene transformándose en una economía de creciente importancia en la región. A pesar de que la invasión estadounidense destruyó su agricultura, Vietnam es el segundo exportador mundial de arroz, y ha logrado reducir al 10% la pobreza que en 1986 afectaba al 75% de su población.

Este es el país que se visita y con el cual se buscan estrechar vínculos políticos y económicos. Queda claro entonces que lo que realmente molesta a sus críticos es el sesgo político que la misma puede reflejar, como quedó de manifiesto en el reciente editorial publicado por Eduardo Van Der Kooy en Clarín, cuyo tono y contenido no dejan lugar a dudas sobre cuál es el centro de las preocupaciones del establishment.  Dice el editorialista:
 
“Hace rato que Cristina Fernández dejó de soñar con Ángela Merkel. La primera ministra de Alemania era el espejo en el cual deseaba reflejarse siempre la Presidenta apenas heredó en el 2007 el trono de su marido, Néstor Kirchner. […]La Presidenta acaba de iniciar el año de política exterior con una gira por los Emiratos Árabes, Indonesia y Vietnam. Existió un paso previo por La Habana, aunque fue forzado: allí convalece Chávez de un delicadísimo cuadro de salud […] En Vietnam, prefirió eludir la actualidad y recordó a Ho Chi Minh, el líder que doblegó en 1975 la invasión estadounidense y forjó la unidad de ese territorio.
  El relato cristinista habla de la necesidad de explorar nuevos mercados. De países emergentes. Nada, en principio, que objetar más allá de las dificultades objetivas de complementación entre esas economías y la Argentina.    
  Aunque aquella descripción oficial podría estar tapando un significado más amplio de la gira emprendida, donde los intereses económicos podrían estar ligados también a un viraje político.
  El Gobierno estaría intentado ayudar a la articulación de un bloque donde pudieran converger países latinoamericanos (Venezuela, Ecuador, la Argentina, quizás Brasil, Cuba) con algunos asiáticos y las principales naciones africanas. Una alternativa compleja frente a la crisis de la Unión Europea y la indiferente relación que caracteriza a Buenos Aires con Washington. Una rémora de aquella tercera posición que en estas latitudes supo enarbolar en los años 70 Juan Perón”.



No es la primera vez que lo decimos, pero vamos a insistir en que, más allá de las insuficiencias y los errores ficticios o reales del gobierno, el asunto que de sobremanera preocupa a los grandes medios, a la oposición en general y al poder real en Argentina, no es otro que el de las relaciones internacionales, el haber roto con las relaciones carnales mantenidas por Menem durante los años de subordinación a la políticas neoliberales. Esta ruptura fue uno de los pasos más trascendentes dados por el gobierno, y por ello la derecha vernácula no pierde ocasión de aullar a la luna denunciando que “el gobierno nos ha aislado del mundo”, cuando en realidad lo que ha hecho es ubicar a nuestro país en el espacio de relaciones internacionales en que debe estar, con la mirada puesta fundamentalmente en América Latina.
 
Esta posición se vincula con la búsqueda de relaciones políticas y económicas con toda una serie de naciones de África y Asia, algo que viene impulsando desde hace mucho Cuba, y más recientemente también Venezuela y Brasil. Estas relaciones pueden ser útiles tanto para ampliar las capacidades de colocación de productos argentinos como para enfrentar la crisis energética que nos afecta, y es completamente acertado e inteligente por parte del gobierno fortalecer las relaciones políticas y económicas de la Argentina mediante estos vínculos.

Sin embargo, Van Der Kooy se inquieta con razón cuando entrevé el proceso de construcción de un nuevo polo político mundial independiente de la hegemonía norteamericana, por cierto muy deteriorada y significativamente reducida a su poderío militar y la debacle europea.

Es evidente que la Argentina debe hacer esfuerzos para ubicarse política y económicamente en los nuevos espacios que surgen de la despolarización producida por la crisis capitalista mundial, y que debe hacerlo afirmada sobre la base de América Latina y el Caribe, su lugar natural.

Merece un comentario especial el aspecto histórico-cultural tan positivo que ha significado para el país la presencia de la presidenta en Vietnam y el programa realizado tanto en Hanói como en ciudad Ho Chi Minh, incluida su visita a los túneles de Cu Chi. La comparación de Ho Chi Minh con San Martín en su condición de “Padres de la Patria” es un acierto que enriquece el carácter internacionalista de nuestro principal héroe nacional y nos acerca a una de las figuras más trascendentes del siglo XX, al conductor de ese pueblo que, como resaltábamos, consiguió derrotar a tres potencias imperialistas (Japón, Francia y Estados Unidos) gesta que constituye un ejemplo inspirador para todos aquellos países que como Argentina deben transitar por el camino hacia su segunda y definitiva independencia.

La visita implica además un gesto de revalorización de la noble tradición de la izquierda y de amplios sectores populares de nuestro país que durante la guerra protagonizaron una conmovedora campaña de ayuda al pueblo vietnamita, canalizada por un movimiento que merece ser recordado como fue el SAP, la Solidaridad Argentina con Vietnam. Y no debemos olvidar a los militantes que dieron vida a este movimiento y lograron recaudar millones de pesos que luego se transformaron en Quinina, medicamento crucial que llegó a Vietnam a través de la Cruz Roja Internacional y sirviera para salvar a miles de combatientes.

Son varios los motivos por los cuales la derecha nacional e internacional mira con recelo este viaje de la presidenta. Empezar por Cuba y concluir en Vietnam es un gesto de inteligencia y audacia política que no puede pasar desapercibido para nadie.

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