“El 8 de diciembre de 1991, los
presidentes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia firmaron el Tratado de Belovesh,
que declaró oficialmente la disolución de la URSS ignorando al 78% de la
ciudadanía que en el referéndum de marzo había votado a favor de preservarla” (Wikipedia)
I. Casa blanca, fiesta negra
Encabezados por el presidente de
Estados Unidos, los señores de la guerra celebraban aquella noche eufórica el
primer aniversario de un triunfo impresionante. No podían estar más satisfechos.
La súper potencia vencida les había proporcionado con su sola existencia la
oportunidad de blanquear un negocio de dimensiones infernales. Nomás los
ingresos por la venta de armas acumulaban una cifra multimillonaria astronómica,
compuesta en lo fundamental por los depósitos del propio presupuesto norteamericano,
saqueado a razón de invertir en la defensa local y los conflictos regionales instigados
para acelerar la carrera armamentista y quitarse de encima los movimientos revolucionarios
de proyección socialista que prosperaban en cada rincón del planeta. Pero si
bien el militar era un rubro estratégico, no era el único. Contaba también la
fortuna derivada de sus medios de propaganda, que se desarrollaron infundiendo el
miedo indispensable para justificar la contribución del pueblo estadounidense y
diseminando las bondades de una serie infinita de productos mercantiles –gaseosas,
hamburguesas, medicinas, cigarrillos, zapatillas– además de los hábitos culturales
necesarios para su consumo masivo global, entre ellos el complejo fraudulento de
razones que convalidan la naturaleza inmejorable del orden capitalista. En tal
sentido la victoria era aplastante. Mas por si todo esto fuera poco, la
rendición enemiga facilitaba ahora los planes de recuperar algunas posiciones
perdidas en los años 60 y 70 a
manos de Fidel Castro y sus compinches árabes. Ya estaban en marcha una ley más
severa de bloqueo comercial a la isla y una nueva campaña al desierto que en su
primera fase había culminado exitosa el pasado febrero, mes asimismo agitado
por un inquietante alzamiento castrense de corte independentista en
Venezuela, dominio bendito con la mayor reserva petrolera del mundo. Es decir
que los motivos de fiesta excedían con creces la indolente caída del martillo y
la hoz. Habían ganado la guerra fría, la tercera guerra mundial seguía viento
en popa, Cuba pendía de un hilo y tenían combustible para rato. Y ni mencionar
los rendimientos del narcotráfico, asegurados en lo sucesivo al galope de un
purasangre probado como el ex gobernador de Arkansas. Bush propuso un brindis:
“Camaradas: ¡Viva la Unión Soviética!”. Las carcajadas se oyeron desde la
vereda.
II. Ciencias exactas
Vista al microscopio, la imagen
apoteótica de semejante desenlace presentaba sin embargo los gérmenes de una
revancha formidable. Analicemos si no dos muestras tomadas el mismo día, martes 8 de
diciembre de 1992, al sur del hemisferio. La primera de ellas pertenece a un
grupo de estudiantes de la Universidad Nacional de Córdoba que dicha jornada rindieron
examen de “sociología” en un aula de la Escuela de Ciencias de la Información. Tras
las notas excelentes obtenidas en sus evaluaciones parciales, el último
requisito para aprobar la materia era exponer de forma oral la bolilla del
programa que ellos escogieran. Todos, sin excepción, comparecieron ante la mesa
eligiendo explicar el funcionamiento de la sociedad desde el punto de vista de
Marx y de Gramsci, y todas sus libretas salieron coronadas por la firma de un perfecto
10 (diez). Los profesores sabían por experiencia que estos autores aventajaban
al resto en las preferencias finales del alumnado, que demostraba asimilar sus
conceptos con mucha más facilidad. El promedio general de calificaciones nunca
dejaba dudas al respecto. Lo curioso de la ocasión fue que el hecho se
reprodujera esta vez en el momento más desfavorable a la vigencia práctica del
socialismo, cuando una inmensa porción de naciones, partidos y figuras que hasta
entonces se identificaban con sus ideales estaban siendo azotados en público
por el látigo despiadado de la historia. A contramano con la opción teórica
seleccionada, varios de aquellos jóvenes veían incluso con buenos ojos el flamante
proceso de privatización de las empresas estatales argentinas.
III. Martes
La segunda muestra procede de un
calabozo del penal de San Francisco de Yare, donde el comandante de paracaidistas Hugo Chávez
aprovechó aquella misma mañana del martes 8 de diciembre de 1992 para continuar
la lectura y relectura de su colección de libros escritos en la cárcel: “Don
Quijote de la Mancha”, de Cervantes; “Himno a la picota”, de Daniel Defoe; “De
los nombres de Cristo”, de Fray Luis de León; “Cuadernos de la cárcel”, de
Antonio Gramsci; “Historia general de las drogas”, de Antonio Escohotado; “Mi
lucha”, de Adolfo Hitler Pölzl; “Poemas de las 22-23 horas”, de Nazim Hikmet
Ran; “Fanny Hill”, de John Cleland; y “La historia me absolverá”, de Fidel
Alejandro Castro Ruz. Mientras tanto siguió puliendo el “Proyecto de gobierno
de transición” y el “Anteproyecto Nacional Simón Bolívar”, que habían dado
origen programático a la sublevación del martes 4 de febrero. En horas de la
merienda lloró uno por uno a los compañeros perdidos, quienes llegaron sin falta como
cada tarde volando a través de la ventanita. La compañía entera le reiteró con
firmeza la convicción de su apoyo. Segundos antes de que apagaran las luces del
presidio, los soldados se ajustaron las mochilas y formados en fila frente a la
ventanita, tras despedir con una venia al comandante, fueron saltando uno tras
otro de vuelta en dirección al cielo. Sentado al borde del catre el jefe abrió
su biblia, tomó su crucifijo y reemprendió en silencio la labor meticulosa de abrir
en la oscuridad de la celda el gran túnel de su fuga. Antes de acostarse se
detuvo mirando hacia la estrella del sur, y llevándose la herramienta al pecho
confesó arrepentido sus ruegos de muerte, puesto que aún requería del tiempo irredento
suficiente para llevar a cabo su cometido, y “después –pidió– que sea donde y
cuando tú me llames, quizás en la tarde serena de un martes”.
IV. Argentina desencadenada
El 8 de diciembre del 2030 se
cumplieron cincuenta años de la muerte de John Lennon, cuyo esclarecimiento
concluyó en el 2021 durante los Tribunales Generales del 11-S, que dictaron la sentencia
póstuma de un selecto grupo de ex empresarios, políticos y agentes de la
desaparecida CIA, entre ellos el ex presidente Bush, director de la central en
1980. El llamado Juicio del Siglo condenó de igual modo por éste y otros
múltiples asesinatos a su padre y sus dos hijos. En el transcurso de un
almuerzo celebrado en la Casa Blanca, el actual presidente y los diputados del
Partido Comunista de Norteamérica resolvieron ese día enviar al congreso unicameral
de los Estados Unidos el proyecto de ley de anexión a la “Big Patria”, que fue redactado
en español y dedicado “al pueblo de Cuba y al primer aniversario de la
reconstitución formal de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas”.
La presidenta argentina, de 77
años, tan bella como siempre y en la plenitud de su sexto mandato, descansó aquel
domingo dedicada a la pesca con mosca en un recodo de la Laguna de Lobos. Desde
allí felicitó a los líderes de ambas naciones y atendió el llamado efusivo del
gobernador malvinense y sus pares de Chile, Uruguay y Venezuela: Camila
Vallejo, Víctor Hugo Morales y Nicolás Maduro. Ella misma se comunicó con
Israel, donde la Comunidad Unida de Medio Oriente (المجتمع وحدة الشرق الأوسط) se
hallaba reunida para homenajear a Golda Meir. Al caer la tarde emprendió sola un
paseo hacia el pueblo, donde la esperaban con un asado para festejar la
reciente fundación del Partido Único de la Revolución, que distintas fuerzas comenzaron
a forjar al calor de las asambleas populares organizadas por la militancia para
la campaña electoral del tremendo e inolvidable año 13. Al doblar por la ruta se
hizo de noche. A lo lejos se miraban ya las luces del centro. Buscó como de
costumbre la Cruz del Sur, y apenas ubicarla se descostilló de la risa rememorando
aquella vieja cita nocturna en las semanas posteriores al retorno, saliendo de
una unidad básica de La Plata, cuando Kirchner le contó que después de ganar
las elecciones del 46 el general había denominado así al Partido, y advertido
de su sorpresa, imitando a Favio, le dijo: “En serio, nena. Te quiero, te
quiero… ¿Me das un beso por la patria socialista?”. Acurrucada en el recuerdo y
apurando el paso repitió: “Hola nariz… ¿Qué año no?”. Conducidas por su
presidente, un matemático nicaragüense de ascendencia libia, las estadísticas
de la ONU confirmarían muy pronto las previsiones de que Argentina ganaba en
2030 el premio “Howard Fast”, una especie de Oscar científico que cataliza el
cruce de distintas variables socioeconómicas. Una de las categorías más notables
indicó que el total de los 100 millones de habitantes argentinos emplearon sus
vacaciones de invierno para viajar al
exterior. Los principales destinos turísticos fueron los países limítrofes, Centroamérica,
México, Europa, Ucrania, la Bengala Indochina y África. Las últimas dos ojivas
nucleares fueron desactivadas simbólica y respectivamente el 6 y 9 de agosto en
Hiroshima y Nagasaki. El equipo médico plurinacional destacado en Titicaca comprobó
la efectividad de la vacuna contra el cáncer, sintetizada a partir de los
descubrimientos odontológicos obtenidos al investigar la epidemia sufrida por
los demonios de Tasmania. En Oslo y Marambio se registraron en abril los
primeros síntomas de recomposición de la capa de ozono y los hielos polares. El
Mundial de Fútbol volvió a disputarse en Argentina, donde dirigido por “La doble
M” el seleccionado albiceleste conquistó su cuarto título, que no ganaba desde
Brasil 2014. Cristina entró al pueblo secándose las lágrimas y guiada por las
humaredas agarró por la Juan Perón hasta la plaza.
Días más tarde, 17 de diciembre
del 2030, y martes, el avión presidencial Tango Ernesto Che Guevara aterrizó en
el aeropuerto de Comalapa. La mandataria fue recibida al pié de la escalera por
el ex comandante guerrillero José Luis Merino del Frente Farabundo Martí para
la Liberación Nacional, alias “Ramiro”, quien le dio la bienvenida en nombre de
su amado pueblo y le agradeció por haber elegido a El Salvador para celebrar la
boda. Esa noche acudieron juntos a la Catedral Metropolitana de Monseñor San Óscar
Arnulfo Romero, donde Amalia y el Papa Francisco se casaron finalmente a la
edad de 94 años. La gira culminó el 5 de marzo del próximo año en Caracas. Ella
arribó radiante, vestida con las típicas prendas multicolores mayas, trayendo un
ramo de flores y la pluma real que había encontrado en los bosques aledaños a
la Antigua Guatemala, mientras fotografiaba bandadas de quetzales, aves
sagradas hasta entonces consideradas extintas. De regreso al país, como en el
2013, aquel verano acabó demasiado temprano.
Juan Bautista Echegaray
19 de Marzo del 2013 y martes
Muchos vendidos esos izquierdosos. La mala para los mafiosos sin importar la tendencia que declaren.
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