sábado, 11 de junio de 2011

Gabinetes espaciales

por Juan Bautista Echegaray

Aclaración necesaria: Desafío a cualquiera a competir en el decatlón bautizado “a ver quién es más pro yanqui”. Los principios básicos de la contienda serán el amor a la humanidad, el internacionalismo proletario y las voluntades tanto de ganar como de aceptar la rendición con la nobleza real del ajedrez. Las disciplinas a medirse serán:

1. inglés
2. geografía de los EEUU
3. sociología de los EEUU
4. deportología de los EEUU
5. cinematografía de los EEUU
6. literatura de los EEUU (condicional haber leído “La conjura de los necios”)
7. cantar acompañándose de guitarra y armónica un tema norteamericano, preferiblemente de Bob Dylan (se aceptan canciones de los canadienses Neil Young y Leonard Cohen)
8. polémica (en ningún caso se vale agitar con cifras récords de muertos, regla impuesta desde que el clarinetista neoyorkino Woody Allen dijera que “sólo sirven para romperlos”)
9. haber mantenido, literalmente: “relaciones carnales con los EEUU”.
10. haber vivido en los EEUU

Doy ventaja en la décima prueba. Confío en que algún día finalmente voy a ir. New Jersey, Philadelphia, Springfield, donde sea. Esto si el cuestionario de aplicación a la visa ya no incluye la pregunta: “¿Alguna vez ha sido miembro o de alguna forma ha estado afiliado al Partido Comunista o algún otro partido totalitario? Si/No”. Mientras siga vigente estoy chau). Estoy afiliado al PC desde abril de1982 y ahí permaneceré, totalitariamente.

Hecha la correspondiente salvedad, puedo agregar con crédito que celebro la conquista espacial argentina establecida ayer con el lanzamiento del SAC D.

Yo también soñé con ser astronauta

A decir verdad, lo que mi mejor amigo de la niñez y yo queríamos ser de grandes era “astrónomos”. Coger y viajar por el espacio eran los más altos sueños de nuestras aspiraciones infantiles. Como la inmensa mayoría de los soñadores novatos, ambos debimos conformarnos con mirar a las estrellas, y bajo las luces y sombras que nos apuntan desde su observatorio consagrarnos de lleno al amoroso ejercicio de la reproducción animal.

Aunque ninguno de los dos había ido a Disneylandia, la sigla “NASA” nos sonaba tan apetitosa como las hamburguesas de Pumper Nic, la Coca Cola, la Seven Up, la Pepsi, un Chevy, un Ford, un Levis, etc. Toda esa mierda formó y sigue formando parte entrañable de nuestro ser, y nos importa un carajo si esto le pesa a quien le pese. Crecíamos con las series norteamericanas y salíamos extasiados de los cines tras el trance de ver “La guerra de las galaxias”, “King Kong”, “Superman”.

El tema es que mi querido amigo y yo estábamos del lado de “los rusos”. Siguiendo los amigables consejos de la machaza tutoría de nuestros padres, los dos varoncitos habíamos tomado partido por la “Unión Soviética”, como nos enorgullecía llamar a “los rusos”. La nuestra era una designación desde todo punto de vista más precisa y por lo tanto harto más respetuosa del extranjero. Nuestra URSS versus la utilización de un gentilicio genuino pero escogido como diabólico mote para aterrorizar la opinión de la platea y volcarla a favor de la conspiración capitalista montada contra la revolución de octubre, una obra bastante exitosa que tuvo no poco que ver con el derrumbe de nuestros compitas soviets y aledaños.

Nos valía verga estar contra la corriente. Éramos dos. Éramos y seguimos siendo amigos. Decíamos: “La Unión Soviética carajo”. Y nunca escuchamos a nadie, ni siquiera a nuestros adversarios del colegio –los “yankilizados al mango”– gritar: “Vivan los EEUU carajo”. Cuando nos tocó la adolescencia, la secundaria y la militancia política, tampoco vimos jamás la quemazón de una bandera roja. No digo que no las haya habido, pero convengamos que, en un eventual recuento de trapos incinerados, la proporción entre estandartes de barras/estrellas y hoces/martillos está tan desbalanceada que prácticamente se resuelve poniendo el símbolo de “tiende a infinito” (∞). Ejemplo: un millón de banderas norteamericanas ardiendo por doquier, versus el mercenario saudita pagado por la CIA, Osama Bin Laden, quemando una bandera soviética en una esquina afgana de Kabul.

Compañeros de viaje

La puesta en órbita del “SAC D Aquarius” es un logro elogiable que enorgullece a las distintas comunidades del mundo involucradas en su ingeniería, confección y lanzamiento, y habla muy bien de la recuperación nacional en un sector estratégico como es el desarrollo científico de la Argentina. Es una nota por demás excelente.

De cualquier manera, y por mucho que el personal de la NASA sea vegetariano, haga yoga, y tenga a su nombre y cuidado un árbol del Iguazú, conviene seguir muy alertas respecto de que la NASA no es una institución ecologista desinteresadamente preocupada por la salinidad de los mares y los efectos del deshielo polar. La NASA no es un Partido Verde ni una ONG ambientalista apadrinada por Bono, U2, B52, UB40 y los Niños Cantores del Tirol. No. La NASA forma parte del núcleo duro del llamado Complejo Militar Industrial de los Estados Unidos de América, y su presupuesto ronda los 18.000.000.000 de dólares anuales, casi equivalente al PBI de un país pequeño pero muy pujante como El Salvador.

Los bolches le venían sacando la bosta a los yankis en la exploración espacial desde mucho antes del 4 de octubre de 1957, cuando el programa espacial soviético lanzó el primer satélite artificial del mundo, bautizado “Sputnik 1”. La palabra “sputnik” quiere decir en ruso “compañero de viaje”, con una acepción astronáutica que significa “satélite”. Para la época, el Sputnik era la gran guachada: llevaba una linterna, dos radios y cuatro antenas un poco más largas que esas con las cuales lidiamos todos hasta el magnetífico advenimiento de Cablevisión.

Pero el Congreso de los Estados Unidos percibió este avance tecnológico como otra amenaza a la seguridad norteamericana. Tras varios meses de debate, el Presidente Eisenhower y sus consejeros acordaron fundar una nueva agencia federal que dirigiera toda la actividad espacial. Wikipedia dice “…toda la actividad espacial no militar”. La aclaración debiera entenderse como el típico disfraz lingüístico que suele calzarse esta sociedad ideológicamente basada en UNA CATERVA de pronunciamientos humanitarios, subordinados al cinismo práctico de la propiedad capital en sus diferentes soportes materiales, financieros y simbólicos. Decir “toda la actividad espacial no militar” es lo mismo que decir “intervención humanitaria para proteger a los civiles por todos los medios necesarios”. Bombardeos con fines de desestabilización local y ocupación imperial, como tan bien sabemos.

He leído en varios sitios que la NASA (National Aeronautics and Space Administration) no podría ser lo que es sin el aporte fundamental del alemán Werner Von Braun, científico destacado en los proyectos armamentísticos ordenados por el Führer durante la Segunda Guerra Mundial, quien tras la derrota de Alemania paso a prestar servicios en suelo estadounidense, poniendo todos sus conocimientos en diseño de aviones a propulsión y transportes aéreos no comerciales en el desarrollo de un proyecto espacial que terminara por afianzar a los Estados Unidos como potencia.

Ni más ni menos que a esto refiere la oración que Oliver Stone incluyó en el guión de “JFK”, dentro de la inolvidable escena en que Donald Sutherland le va explicando a Kevin Costner a qué se dedican y cuán eficientes son los grupos de tareas ecuménicas del Pentágono: “En la Segunda Guerra estuve en Rumania, en Grecia, en Yugoslavia. Ayudé a evacuar parte de la inteligencia nazi antes del fin de la guerra. Los utilizamos a todos para combatir el comunismo”.

La familia Nobel, la propiedad privada y el Estado

Echando un vistazo al currículum del actual administrador de la NASA, Charles F. Bolden jr., veremos que se graduó en la Academia Naval de Estados Unidos en 1968 y que su primer grado militar fue el de Lieutenant (teniente) del Cuerpo de Marines. Tras recibir entrenamiento de vuelo en Pensacola (Florida) Meridian (Mississippi) y Kingsville (Texas) fue designado aviador naval y piloteó más de 100 incursiones en Vietnam, Laos y Camboya. Luego pasó dos años como oficial de la Infantería de Marina y tres años invertidos en diversas tareas en la Estación Aérea del Cuerpo de Marines de El Toro, California. Llevaba registradas más de 6.000 horas de vuelo cuando en 1980 fue seleccionado como candidato a astronauta de la NASA. Fue miembro del Cuerpo de Astronautas hasta 1994, cuando regresó al servicio activo en la Infantería de Marina como Comandante Adjunto de Guardias Marines en la Academia Naval. De febrero a junio de 1998 se desempeñó como Comandante General en apoyo de la “Operación Zorro del Desierto”, que culminaría en una serie de bombardeos que los EEUU y el Reino Unido llevaron a cabo sobre Irak entre los días 16 y 19 de diciembre de aquel año, en el pico del escándalo desatado después del celebérrimo pete que la bibliotecaria Mónica Lewinsky le propinó al presidente Clinton.
Charles Bolden, que formó parte del pelotón de campaña aeroespacial de Barack Obama, y que fue designado al frente de la NASA por el Premio Nobel de la Paz que comanda la invasión en Libia, no tiene nada pero nada que ver con:

a) Bernardo Alberto Houssay, quien después de sus descubrimientos sobre el papel desempeñado por las hormonas pituitarias en la regulación de la cantidad de azúcar en sangre (glucosa) fue galardonado con el Premio Nobel de Medicina en 1947
b) Luis Federico Leloir, Premio Nobel de Química en 1970 por su investigación de los nucleótidos de azúcar y su rol en la fabricación de los hidratos de carbono
c) César Milstein, ganador del Premio Nobel de Medicina en 1984, otorgado por su trabajo sobre anticuerpos monoclonales
d) Carlos Saavedra Lamas, Nobel de la Paz 1936
e) Adolfo Pérez Esquivel, Nobel de la Paz 1980

El jefe de la NASA no es Hebe de Bonafini. En todo caso podríamos caratularlo en el perfil schoklenderiano, siendo que en Spacenews.com puede leerse que el “Orlando Sentinel reportó en junio del 2010 que Charles Bolden quiso anular un proyecto de 10 millones de dólares para el desarrollo de biocombustibles propuesto por su adjunta Lori Garver y otros en concesión a la empresa Omega Oil Company”. ¿A qué se debió la oposición de Bolden jr.? A que Bolden ha formado parte del directorio de la compañía Marathon Oil Corporation, igualmente interesada en la concesión del proyecto. Bolden todavía conserva en su poder 1 millón de dólares en acciones de la compañía.

Bolden está secundado por un administrador adjunto –Lori Garver– cuya función principal es “servir como segundo en el mando de la agencia y ser responsable frente al administrador de proveer al liderazgo global, la planificación y dirección política de la agencia”. El administrador adjunto que más tiempo ha permanecido en el cargo como interino fue John R. Dailey, que ocupó el puesto tras retirarse del Cuerpo de Marines.

Un marine no es exactamente un marinero. El término evoca un gorrito y un uniforme a la medida de Popeye, pero en realidad se trata de combatientes.

Todo lo que sea trabajar en el desarrollo, la cooperación, el aprendizaje y la instrucción, en la materia que sea, sea bienvenido siempre y cuando no atente contra la seguridad del planeta y sus habitantes animales, vegetales y minerales. El gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica y su agencia NASA no son precisamente un ejemplo.

El SAC D Aquarius fue lanzado desde una plataforma ubicada en el 14° Cuartel General, Base Aérea de Vandenberg, California, al Mando Espacial de la Fuerza Aérea de los EEUU. Air Force Space Command en inglés.

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