Ahí, junto a la precordillera y enraizado con
los álamos, yace Don Ramón Eduardo Echegaray, mi abuelo. Incorporado como
reservista del Ejército Argentino durante la Segunda Guerra Mundial, en su
temprana juventud fue radical bloquista del grupo de Federico Cantoni –de los
Machos Cantoni– hasta que en la ciudad de La Plata se vinculó a la Federación
Juvenil Comunista. Allí mismo en La Plata conoció y se casó con Raquelita Sánchez,
docente. Se fueron a vivir juntos y por siempre a San Juan, donde tuvieron cinco
hijos, tres varones y dos hembras: Patricio, Daniel, Raquel, Silvina y Andrés. Hombre
de lecturas, fumador de Chesterfield, explorador de yacimientos de sulfato y
oro. Fundador de una calera. Tuvo un gran Torino y una casa con piscina que
hizo las delicias de mi niñez. Como dicen los brasileros: “Uma pessoa fina”. El
Papi. Y junto a su tumba mi madre su nuera, su hija Silvina y la Mami Raquel,
su amor eterno.
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